En Chiloé, se cuenta que los camahuetos comienzan su vida bajo la tierra de los cerros cercanos al mar. Nacen de formas misteriosas: a partir de un trozo de cuerno de camahueto enterrado en los cerros, del polvo de cuerno lanzado en un pozo, o incluso como crías de la vaca marina chilota que se ocultan en madrigueras bajo el bosque o los campos.
Tras pasar 20, 25 o 30 años desarrollándose, los camahuetos emergen con un destino urgente: dirigirse al mar para encontrarse con la vaca marina. Su paso no pasa desapercibido: la tradición cuenta que derrumban cerros, caen árboles y provocan desmoronamientos en los barrancos costeros, fenómenos que los antiguos habitantes de la isla interpretaban como manifestaciones de la fuerza de estos seres.
Los relatos también vinculan a los camahuetos con la brujería chilota, una práctica que buscaba dominar la naturaleza en beneficio propio. Aunque estas prácticas parecen haberse desvanecido, aún es común que los habitantes de los canales griten “Munay, Munay” cuando el viento amenaza con hundir sus embarcaciones, invocando palabras mágicas para calmarlo, una tradición que conecta directamente con la mitología de la isla.
Así, el camahueto no solo representa un ser fantástico, sino también la forma en que los antiguos chilotes explicaban los fenómenos naturales y las fuerzas que moldean su paisaje. Sus historias siguen vivas en la cultura local, recordándonos la profunda conexión entre la mitología chilota, la naturaleza y las prácticas ancestrales.